A finales de la década de 1980, el Proyecto del Genoma Humano tenía la tarea de catalogar todos los genes del cuerpo humano. No seria una hazaña pequeña. Se esperaba que tuvieran que encontrar un gen para cada una de las más de 100.000 proteínas que componen el cuerpo humano. Luego están los 20.000 genes adicionales para coordinar la actividad en los genes proteicos. La expectativa era que el catálogo contuviera al menos 120.000 genes, teniendo así un plan del genoma humano. Este sería un descubrimiento revolucionario. La predeterminación genética se había convertido en la explicación de elección en todo, desde la medicina, al explicar por qué uno se enferma mientras que otros no, hasta los deportes, al atribuir grandes hazañas a la afortunada herencia de genes "buenos". Los resultados del Proyecto Genoma identificarían la razón exacta de todo, desde nuestra salud hasta nuestro comportamiento.
En 2003, cuando se produjeron los resultados, la comunidad científica quedó conmocionada por los hallazgos. De los 120.000 genes esperados, el genoma humano consistía en solo unos 25.000. ¡Faltaba más del 80 % de lo que se pensaba que era ADN necesario! El concepto de un gen por cada proteína fue repudiado y la complejidad del cuerpo humano ya no se podía explicar con un plan. Particularmente inquietante fue el hecho de que un proyecto paralelo encontró que los roedores tienen aproximadamente el mismo número de genes que nosotros.
Durante las décadas que iban y venían mientras tenía lugar la decodificación, la idea de la predisposición genética se había convertido en un mantra para la sociedad. La creencia de que algunos de nosotros simplemente no tenemos los genes necesarios para lograr grandes cosas, en materia de salud y enfermedad, pérdida de peso, aumento muscular, capacidad de aprendizaje de idiomas o incluso habilidades sociales, se mantuvo profundamente arraigada. Cargados con el "conocimiento" de que los genes no solo controlaban nuestras vidas, sino que no se nos consulta sobre qué genes obtenemos, muchos de nosotros nos sentimos víctimas de nuestra herencia y vimos poca necesidad de luchar contra nuestro "destino".
David Baltimore, uno de los genetistas más reconocidos del mundo y ganador del Premio Nobel, reconoció la necesidad de tener más información. Dijo: "Entender lo que nos da nuestra complejidad, nuestro enorme repertorio conductual, la capacidad de producir acciones conscientes, la notable coordinación física, las alteraciones sintonizadas con precisión en respuesta a las variaciones externas de los entornos, el aprendizaje, la memoria, ¿necesito continuar?, sigue siendo un desafío para el futuro".
Por lo tanto, después de todo, nuestros genes no nos unen al fracaso o al éxito. La "acción consciente" -sin importar cómo lo hagamos- puede impulsarnos a lograr nuestros sueños y deseos. Lo único que nos detiene es lo que hemos llegado a "creer" que es cierto sobre nosotros mismos; una vez que esas creencias cambian, todo un mundo de posibilidades previamente inalcanzables son nuestras para la elección. Por lo tanto, la verdadera pregunta es, ¿cómo cambiamos nuestras creencias limitantes?